domingo, 4 de diciembre de 2011

Perestroika y Glasnost


Según Gorbachev, la situación de crisis social y económica por que atravesaba el país dio lugar a que ya en la reunión plenaria del PCUS de Abril de 1985, tan solo un mes después de su toma de posesión, se presentase al partido un plan inicial que había de servir de base al trabajo de reestructuración que la URSS requería.
Pero sus planeamientos se limitaron a lo que concebía como uno de los graves errores de permisividad de la era brezhneviana: la desvinculación entre el individuo y los principios socialistas en la vida cotidiana del soviético de a pie.  En su informe al pleno, Gorbachev acentuó la necesidad de vincular estrechamente al individuo con la ideología, de manera de influir con efectividad el comportamiento del ser humano bajo el comunismo.

Gorbachev reencauzó el relevo de dirigentes comenzado por Andropov en 1983, pero sin embargo no renuncio a los planteamientos de la época de Brezhnev hasta principios de 1986.


Con motivo, quizás, de las manifestaciones del propio Gorbachev, se ha generalizado la idea de que el comienzo “oficial” de la perestroika debe considerarse como el XXVII Congreso del PCUS, celebrado en Moscú del 25 de Febrero al 6 de Marzo de 1986, aunque no fue hasta la primavera de 1987 cuando el termino de perestroika comenzó a utilizarse públicamente por Gorbachev y el resto de la dirigencia soviética.

En sus orígenes, la perestroika se definió como un esfuerzo heroico en la reestructuración del socialismo soviético.  Una reestructuración profunda que pretendía unir el socialismo con cierta forma de democracia; pero todo, sin duda, dentro del campo socialista.  Según Mijail Gorbachev:  “Me gustaría aclarar de nuevo que estamos efectuando nuestras reformas de acuerdo con la opción socialista.  Estamos buscando dentro del socialismo, en lugar de fuera, las respuestas a las interrogantes que surgen[…] procederemos dentro del socialismo en lugar de alejarnos de él.  Y decimos esto con toda honestidad, sin intenciones de engañar a nuestro pueblo ni al mundo.  Cualquier esperanza de que nosotros construyamos una sociedad diferente, una sociedad no socialista y nos pasemos al otro bando, son esperanzas irreales y fútiles”.

Mijail Gorbachev caracterizo la crisis del comunismo soviético, no como el producto de fallas inherentes al sistema, sino como resultado de la falta de consistencia en aplicar los principios del socialismo.  Entendió que el alejamiento de la sociedad y la economía de los principales socialistas y la distorsión de tales principios junto con la incorrecta aplicación de métodos y formulas de administración socialista, componían la razón básica de la crisis económica.  Entendió como un gran error la utilización de técnicos de administración que empleados en las etapas primarias del socialismo perdieron su validez ante el desafío de la administración contemporánea.  De ahí su renuncia inicial a incorporar al debate social, opciones de desarrollo basadas en los conceptos tradicionales de la economía de mercado.

A partir del énfasis en la revisión y reestructuración de la economía soviética, Mijail Gorbachov propuso el glasnost, o la transparencia.  La transparencia en    la acción gubernamental y el sometimiento del aparato estatal a la crítica y el juicio de la población.  Desde el glasnost,Mijail Gorbachev estimulo la participación ciudadana — obreros, campesinos, científicos, estudiantes, profesionales— en la discusión, diseño e implantación de los planes de renovación económica y social que en su conjunto incluían reestructuración política y renovación democrática.  Oficialmente se amplió el espacio de discusión permitido, al punto de que se hizo imposible controlar los límites de la discusión sobre el futuro del país.  La intención de limitar el debate a la reestructuración económica dentro del socialismo o la economía planificada pronto desapareció como limitante a la perestroika.

         De ahí las manifestaciones de Leonid Abalkin,  a la sazón vice-presidente económico del gobierno soviético, en una entrevista a Literaturnaya Gazeta, posteriormente producida y traducida al castellano, donde utilizando el espacio de debate económico propone la economía de mercado como potencial solución de los problemas de la URSS:

“El paso al mercado es un problema de la máxima importancia, el siglo XX lo ha confirmado plenamente: solo una economía de mercado es capaz de asegurar la eficiencia que necesita una economía nacional.  La praxis mundial no conoce ni un solo país altamente desarrollado que careciera de estructuras de mercado.  Al mismo tiempo, los países que no disponen de estructura de mercado, dan ejemplos de inflexibilidad, baja eficiencia, retraso en el progreso tecnológico.  El mercado resulto un fenómeno dado a luz por la civilización humana por vía de la selección natural”.

Desde la reforma constitucional de Diciembre de 1988, el ámbito del debate se amplió considerablemente y lo que se comenzó a discutir en la URSS, desde entonces, fue la reestructuración de la economía soviética, ya no dentro de la opinión socialista, sino todo lo contrario, desmantelando el centralismo burocrático para adaptar la economía soviética a una economía de mercado pluralista donde coexistiesen unidades de producción y distribución estatales, privadas, cooperativistas, etc., pero todo respondiendo a una política de precios, producción y distribución sujeta a las realidades de la economía de mercado.  Abel Aganbeyan hace un análisis profundo y detallado de la economía soviética y sus reformas aunque sus propuestas son menos atrevidas que las de Abalkin.


A partir de 1990, los límites al debate sobre futuro soviético desaparecen.  La liberalización estimulada por Gorbachev provoca, además de una expectación liberadora y de progreso económico en la población, innumerables problemas y conflictos de toda estirpe.  Probablemente el más acuciante fue el de las tensiones y confrontaciones entre las repúblicas y el gobierno central.

Un grupo de repúblicas se proclamaron independientes; otro grupo importante de repúblicas, incluyendo Rusia, manifestaron sus intenciones de desarrollarse con gran autonomía y semiindependencia del gobierno central; y aun alguna provincias, respondieron a sus etnias preponderantes, pretendieron lograr autonomía o independencia de sus repúblicas correspondientes.

Las tremendas confrontaciones y pugnas entre los grupos conversadores y reformistas dentro de la legislatura soviética y la aparente indecisión de Gorbachev en marcar camino claro, paralizaron al país, descarrilando las propuestas sobre transformaciones económicas y poniendo en peligro los logros políticos del glasnot.  A los seis años de perestrika y glasnot la confusión y el desorden en la Unión Soviética se convirtieron en parte del común acontecer.  El reformismo no termina de cuajar.

Del gobierno soviético surgieron propuestas tan audaces como las de Stanislav Shatalin, quien puso sobre la mesa un plan de 500 días para pasar a una economía de mercado, y tan timoratas como las de, a la sazón primer ministro, Nikolai Rizkhov.  Hasta principios de 1991 se avanza un poco en la transformación de la sociedad y la economía soviética.

Mientras en los países otrora satélites se opto por claras y definidas avenidas de desarrollo económico y la democratización de sus regímenes se hizo palpable e institucional, la madre de los cambios, la URSS, se sumergió en un agudo estado de crisis que permea todos los ámbitos sociales.  Es necesario reconocer que quizás la gran diferencia entre el ritmo de cambio en la URSS y en los países de Europa del Este, fue el profundo cambio ocurrido en estos últimos — salvo Rumania y Bulgaria — que determino el reemplazo sustancial de las dirigencias comunistas, mientras que en la URSS el aparato burocrático permaneció más o menos intacto.


El economista español Luis Ángel Rojo, en un análisis sobre las reformas soviética, entiende que “…ningún marxista podía creer que la burocracia planificadora, el aparato del PCUS o las autoridades locales fueran a colaborar de buen grado en los proyectos que iban en contra de sus intereses; y, así Gorbachev y su entorno pudieron comprobar cómo las medidas flexibilizadoras, introducidas a partir 1987, eran debilitadas en sus efectos por las normas, interpretaciones y conductas con las que esa extensa burocracia condiciono su aplicación y ratifica muy acertadamente las contradicciones de este periodo soviético que ya había calificado como uno a la deriva, “sin plan, ni mercado”.

Por otra parte, el economista polaco Jean Winiecki coincidió en que era así, “porque aquellos que controlan el sistema económico soviético y viven de ese sistema, es decir, los apparatchiki (funcionarios del partido) y burócratas del Estado, siempre han sido capases de detener el proceso de transición.  La transición podrá empezar en serio solo después de una ruptura del monopolio comunista del poder”.

El sociólogo español Manuel Castells analizo la situación soviética desde una referencia cautelosa y preocupante que dejaba ver la posibilidad involutiva en el proceso reformista.

A pesar de las innumerables contradicciones y confrontaciones, producto de los cambios y las reformas auspiciadas por Gorvachev, el panorama soviético parecía comenzar a despejarse.  En Abril de 1991, nueve de las quince repúblicas soviéticas firmaron un protocolo con el poder central que estableció una serie de principios sobre los cuales se desarrollarían las relaciones futuras entre Moscú y las repúblicas.  El acuerdo preveía una relación tendente a la confederación, donde Moscú renunciaba a un cumulo importante de autoridades sobre las repúblicas y estas preservaban su soberanía.  Además, se establecieron ciertos criterios para que las repúblicas que no quisieren pertenecer a la Unión — probablemente las seis repúblicas no firmantes — pudieran separarse formal y pacíficamente de la URSS.

El 29 de Mayo de 1991, Yevgeni Primakov, asesor del presidente soviético, presento las primicias de un nuevo plan económico para la URSS a los asesores del presidente estadounidense, George Bush.  El nuevo plan fue llamado “programa anti-crisis” presentado por el mismo ministro Valentín Pavlov en Marzo de 1991, y que después de haber sido sujeto a múltiples reformas y revisiones se convirtió en aceptable a 13 de las 15 repúblicas soviéticas.  Solamente Estonia y Georgia rechazaron el convenio.

Los logros de los primeros meses de 1991 en cuanto a cooperación y entendimiento entre las repúblicas y el poder central parecían aminorar el peligro de desintegración y desaparición de la URSS como gran potencia mundial.  Por otra parte, en el nuevo plan económico se establecían la privatización, la inversión extranjera y el sistema de mercado como componentes esenciales para el desarrollo económico de la URSS.

El programa presentado por Pavlov intentaba conjugar el del gobierno central con las propuestas de Shatalin auspiciar la transformación absoluta de la economía soviética abandonando definitivamente los conceptos de producción y distribución económica centralmente planificada, sustituyéndolos por los de una economía descentralizada que respondiese a los estímulos del mercado.  Parecía que definitivamente la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas avanzaba hacia una nueva forma de unión con un plan sensato y consensuado.

Ya ha mediados de 1991 se manifestaba cierta tendencia hacia el progreso y la democratización, aunque interrumpida por tropezones y retrocesos que hacían el camino mucho más difícil e inseguro pero que no terminaban con la esperanza de cambio hacia una sociedad mejor.  Gorbachev lo explico con franqueza:

“Hay que decir que la perestroika ha resultado ser un proceso difícil y doloroso.  Mas difícil de lo que nos imaginábamos al principio.  Cada paso adelante por el camino de la renovación de la sociedad saca a la superficie nuevos problemas.  Hoy día nuestra sociedad atraviesa, seguramente, la etapa más responsable.  Es muchísimo lo que se juega en una sola carta.


Nosotros no renunciamos al socialismo, sino a todo lo que le es ajeno…. Pero una cosa esta clara (y eso confirma nuestra experiencia:( el socialismo no se puede implantar por la violencia.  El “socialismo” forzoso es funesto para el ideal socialista, es una profanación.

En el crisol de la perestroika nace la nueva y moderna concepción del socialismo humanitario y democrático.”

Los graves problemas políticos y orientativos de la URSS parecían terminarse durante el mes de Julio de 1991 cuando Gorbachev hizo nuevas concesiones al presidente ruso Boris Yeltsin y a las repúblicas, las cuales serian formalizadas en un tratado a firmar el 20 de Agosto de 1991, mediante el cual se traspasaba a las repúblicas el control de sus economías y se allanaba el camino para instituir reformas económicas fundamentales que no podían ser entorpecidas por el PCUS ni por los sectores más conservadores del gobierno central.  A la vez, estas reformas sentaban bases legales las cuales, al conceder mayor autoridad a las repúblicas, ponían en peligro el desenvolvimiento y la supervivencia del gobierno central.

La inminencia de la firma del pacto interrepublicano, la parálisis económica del país y la agudización de los antagonismos dentro de la dirigencia, entre otros, fueron los factores propulsores de la intentona golpista del 19 de Agosto de 1991.  Paradójicamente, el fracaso del golpe de Agosto acelero el fin del comunismo en la URSS y probablemente en el mundo.  Los sectores conservadores soviéticos perdieron su fuerza política, el nacionalismo y mercadismo de Yeltsin prevaleció sobre la agotada pretensión gorbacheviana de reformas dentro de las estructuras del centralismo comunista y por otra parte, el proceso de apertura política y económica se abrió de par en par, mientras que la desintegración nacionalista se aceleraba.  Del fracaso de la perestroika nació algo nuevo que parece abrazar la democracia y la economía de mercado como parangón del nuevo sistema
.


No hay comentarios:

Publicar un comentario